Resumen
"Veníamos de lejos, de un poco más al norte del estado, y la sensación de acercarnos poco a poco a la frontera con México me hacía sentir como un aventurero de los que aparecen en las novelas. Como no tenía idea de lo que iba a pasar esa misma noche, sentí una emoción irrefrenable cuando vi por primera vez, en el horizonte, las polvaredas que levantaban los caballos. Mi madre no quiso venir con nosotros. Dijo que el espectáculo le parecía salvaje, espantoso. Pero mi padre, asiduo como yo a las emociones fuertes y a las historias de aventuras heroicas –a las que, por supuesto, no teníamos mucho acceso–, me mostró con complicidad el anuncio del periódico, y dijo que no estaría mal escaparnos unos días a El Paso".